jueves, 8 de abril de 2010

10 historias de ideas de negocios rentables, emprendedores que se la jugaron por sus sueños

Podríamos decir que las ideas de negocios rentables están flotando en el aire, pero más seguro es decir que están en todas nuestras mentes cada día, y para los más curiosos, tenemos muchas mas ideas de negocios en la Web.

Algunos descubrieron una oportunidad por azar. Otros supieron aprovechar su experiencia como empleados. Y no faltan los que transformaron su vocación en un emprendimiento exitoso.

Tenemos el caso de una ex jugadora de la selección argentina que ahora diseña ropa de hóckey y la vende en Europa, no creas que les fue fácil pero lo logro.

Otro caso es de un sobrino ejemplar que le mandaba encomiendas con golosinas a su tía instalada en España y terminó exportando conteiner, ¿de donde crees que saco la idea?

Un artista que aprovechó su vocación y ahora vende Santas y renos a los Estados Unidos. Siempre hay un mercado para algo que te gusta hacer.

Y por ultimo tenemos el caso de un pequeño empresario que ofrece ataúdes de diseño pintados a gusto del cliente. Los sentimientos aun se pueden expresar después de la muerte.

Muchas veces no hace falta una idea nueva y revolucionaria, sino del mismo negocio que ya se tiene o conoce, aguzar su ingenio para transformarlo en un emprendimiento original y rentable.

Otras tantas veces planificamos el crecimiento de una empresa para recién encontrar resultados, pero a otros el éxito los toma de sorpresa, pero en todos los casos se trata de aprovechar el momento.

Del hóckey a la empresa

El revés era la mejor pegada de María Paula Castelli (33) cuando jugaba en la Selección argentina de hóckey. Varios años después de despedirse de las canchas, Castelli diseña y vende remeras, buzos y camperas de hóckey.

En Argentina y en Europa las prendas llevan pegadas las etiquetas con el nombre del emprendimiento: Reves, en homenaje a su golpe.

“En los torneos internacionales siempre me llamaba la atención el merchandising. Había tazas, biromes, remeras”, una costumbre que faltaba en el país.

“En 1998, cuando quedé afuera de la selección, decidí encarar este emprendimiento ligado al hóckey”. Reves nació con una inversión de cinco mil pesos, “el dinero que tenía ahorrado de las becas que me daban por jugar en la selección”.

El negocio creció: desde hace tres años todas las categorías de la selección española de hóckey se visten con Reves.

“Me instalé en España en enero de 2002, después del quinto presidente”, cuenta desde Barcelona.

Hoy “el setenta por ciento de nuestros productos se exporta desde la Argentina directo a Barcelona”. Desde allí lo distribuyen a Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, Inglaterra, Irlanda, Suiza, Austria e Italia.

Lo que se dice un negocio redondo, del derecho y del revés.

Juan Perez. La ropa de las celebridades

La camisa de Gastón Pauls, el saco de Neustadt y los zapatos de Fito Páez. Salir a la calle exhibiendo las prendas de vestir de los famosos es posible. Sólo hay que visitar Juan Pérez, el local de vintage de Paulette Selby (48).

“Todo empezó como algo muy casero en un departamento en Barrio Norte. Al principio venían a comprar los amigos de los amigos. Después ellos mismos fueron trayendo su propia ropa. Hasta que el ir y venir de gente fue tan grande que el consorcio votó: “Me echaron del edificio”, cuenta Selby.

Entonces se mudó a un local en la zona pero pronto quedó chico. Así que alquiló el de al lado. Y después, el del otro lado. Allí vende desde zapatillas a cinco pesos hasta tapados de visón que cuestan 3.000 pesos.

Los famosos llegaron de a poco. Primero “venían a comprar. Yo les decía que también vinieran a vender. Después fue una cadena”. Celeste Cid y Gustavo Cerati son algunos de los que pasan por Juan Pérez.

La Tienda Argentina. La nostalgia es dinero

Bidets y alfajores Jorgito. Esos son los productos que más le piden a Lionel Paredes (24), creador, dueño y empleado de La tienda argentina, un emprendimiento que envía productos autóctonos a compatriotas que viven en el exterior y a extranjeros que buscan productos argentinos.

La historia empezó con una tía radicada en España a la que él le mandaba Vauquitas y Cabshas. Así surgió la idea de transformar los envíos caseros en un emprendimiento.

Sin amedrentarse por el trámite, Paredes fundó una pequeña empresa. Se anotó en la Aduana y para no hacer nada a medias, “empecé a estudiar despachante”, cuenta. También creó un sitio Web. Empezó con envíos chicos y luego siguieron los containers.

GDeB. Para bebés del exterior

Gabriela de Bianchetti (42) aprovechó el know how que adquirió durante los seis años que trabajó en Cacharel. Cuando dejó ese trabajo empezó a fabricar accesorios de indumentaria para hombre. “Un día un cliente me contó que uno de sus proveedores lo dejaba y me preguntó si no me animaba a hacer ropa para bebés”.

“No soy diseñadora pero en Cacharel aprendí cómo se hace el desarrollo de una colección”, cuenta. Así fue que empezó a crear una “pequeña colección de treinta prendas”.

Participó en una exposición del sector. “Contraté un stand bien chiquito. Así comencé”. Allí hizo sus primeros contactos con mayoristas. “Me fui organizando y de a poco fui creciendo. Nunca falté a una exposición del sector”.

Hoy vende en 31 locales multimarca en Capital y GBA, también en el resto del país y tiene un local propio. Además, exporta. “Vendo a Panamá, México, Bolivia, Perú, Paraguay, Chile, EE.UU., España y Sudáfrica”. El año pasado despachó mercadería por US$ 190.000.

A Dos Veinte. Objetos que iluminan

Todo empezó gracias a una clienta de Rodrigo Ruiz Díaz (34), que es decorador. En un espacio de la casa de la mujer había que poner algún objeto. Ruiz Díaz le pidió consejo a su amigo, Néstor Novellino (34).

“El resultado fue un objeto de decoración que se iluminaba. Gustó tanto que buscamos transformarlo en algo más comercial”, dice Novellino.

A principios del año pasado se presentaron en Puro Diseño. “Llegamos muy asustados pero el público enseguida nos alentó para crecer. Fue un puntapié para hacer contactos”, cuentan los emprendedores.

Ese fue el nacimiento de aDosVeinte, la marca con la que hoy venden sus lámparas en la boutique del Malba, en Calma Chicha, Lagó, y en la tienda Puro Diseño.

Luis Diegues. Ataúdes decorados

El diseño llegó a los ataúdes. Si los hinchas de Boca tienen su cementerio, nada mejor que enviar al difunto a su último viaje en un ataúd con los colores de su equipo. Eso es lo que ofrece la empresa Luis Diegues. Además de los cajones tradicionales, allí se pueden comprar ataúdes decorados a gusto del cliente (o de su familia, si él no fue previsor).

“La idea se me ocurrió porque vi que todos usaban el marrón”, dice Fernando García (32) que hace 3 años quedó al frente de la empresa que su padre y un socio fundaron hace treinta años.

Hoy vende cajones aerografiados con cielos en los que vuelan blancas palomas y también satisface pedidos insólitos, como el del cliente que le encargó un ataúd pintado con la espada de Montecristo.

Misra. La pausa de los cinco minutos

Silvia Fernández Romay (47) abandonó las combinaciones matemáticas por otro tipo: ahora mezcla hebras de té. Es licenciada en sistemas y trabajaba en una empresa. Hace cinco años y por hobby empezó a meterse en el mundo del té.

Hoy tiene su propia marca, Misra, y sus blends se venden en negocios de delikatesen, en vinotecas y en Jumbo. “Hice cursos y viajes. El desarrollo lo hice yo sola, y fue creciendo de a poco”. El salto lo provocó la gente, asegura. “Me fueron empujando”.

Dejó su trabajo, armó una SRL y hoy está dedicada a full, cuenta desde la oficina en la que trabajan diez personas. Para diseñar las mezclas, usa hebras orgánicas y no recurre a “ningún químico como esencias, saborizantes o aromatizantes”.

Los productos llegaron a los EE.UU, Inglaterra, Venezuela, México, Italia y España, pero por ahora “son operaciones chicas”, reconoce. También organiza reuniones de catas y cursos.

Che Lagarto Hostels. Camas para turistas

Cuando Diego Giles (30) tenía 22 años dejó Mar del Plata, y se instaló en Buenos Aires para estudiar publicidad. “Fui a parar a una residencia universitaria que tenía una habitación para mochileros”. Esa es la prehistoria de Che Lagarto, una cadena de hostels que creó con su hermano, Fernando (29).

Inspirados en esa habitación, “al año siguiente abrimos el primer hostel. Alquilamos un quinto piso en San Telmo, que tenía 17 camas”. Eso fue hace ocho años, con el uno a uno y cuando ver un hostel en la Argentina era una rareza. Hoy están al frente de una cadena que factura al año US$ 1,5 millón, con 500 camas en Río de Janeiro y Santiago, además de Buenos Aires.

Jit Producciones. Papá Noel es argentino

Santa Claus existe y en algún lugar de su cuerpo tiene grabada la inscripción Jit Producciones.

“Fue algo que me vino de fábrica”, dice Juan Terramagra (36) cuando quiere explicar sus habilidades artísticas. También tiene habilidad como emprendedor: supo sacarle el jugo comercial a su vocación y transformar las obras de sus manos en billetes (verdes, la gran mayoría).

Jit Producciones, su pequeña empresa, exporta veinte containers por año. Y van con una carga nada tradicional: Santas, renos y duendes son los pasajeros. Los muñecos llegan a Ecuador, México, Perú, Chile y los EE.UU.

Conseguir los primeros clientes no fue fácil. “Me acercaba a las oficinas de marketing de los shoppings pero me veían muy pichón”. Hasta que le encargaron la decoración navideña de Alto Palermo. Ahí “arrancó todo”. Terramagra hacía los muñecos en un quincho en Maschwitz. Hoy tiene 4 talleres.

Conexiones.com Expedientes en la computadora

Si usted es alérgico a la jerga acartonada y pomposa de los abogados, seguro que este emprendimiento le va a interesar. Si usted es abogado, también. Conexiones.com, la empresa que crearon los hermanos Walter (31) y Gustavo Vodeb (29), permite ver los expedientes judiciales en la PC. Ideal para los que tienen juicios y no quieren recorrer los pasillos de los tribunales en busca de información.

¿Cómo hacen? La gente de Conexiones.com visita los juzgados y pide los expedientes según los procedimientos habituales. El detalle es que van con un escáner portátil y una cámara digital. Así se llevan el expediente a casa.

Previo pago de un abono mensual, los clientes se ahorran el engorroso trámite de revisar el expediente en vivo y en directo. “También ofrecemos un sistema de gestión para empresas que necesitan ordenar los expedientes”, dice Walter, que estudia Derecho. Durante 2006 el emprendimiento facturó 500.000 pesos.

 Fuente: Clarín

Una super mujer



Le diagnosticaron un mal degenerativo, respondió convirtiéndose en microempresaria. El sismo frenó su crecimiento, abrió en un mercado mayor. No hay duda: a ella, los males le hacen bien

Rosa Luz Muñante tiene lupus. Otrora chica full deportes, desde el 2005 se vale de un andador para caminar. En unos días le pondrán una prótesis de titanio en una cadera (ya habrá momento para que procedan en la otra). “Voy a ser la mujer biónica”, sonríe. Así es Rosa Luz.
El sismo de 7,9 grados paralizó el vuelo que Evolution Sport, su marca de ropa para gimnasios, en Pisco, había comenzado a tomar. Rosa Luz además se hace cargo de su hijo de 10 años. Si una maldita enfermedad no la había frenado, menos lo iba a hacer un terremoto que mató a más de medio millar.

Su empresa estaba por cumplir dos años, había ganado una buena clientela, estaba rompiendo en el mercado, cuando el terremoto azotó Pisco. ¿Qué pasó entonces por su cabeza?
Terror. Yo pensé que se acababa el mundo, que toda la gente se iba a ir y que Pisco iba a dejar de existir. Tenía la sensación de que iba a venir algo peor. Cada cinco o diez minutos había un nuevo temblor, y eran fuertes.

En ese momento, su prioridad fue…
¡Salir! No pensé en nada más. No pasaron por mi mente ni mis máquinas ni nada. Lo único que quería era que nos fuéramos. Los chicos de la Fundación (de la Gente, del Banco de Trabajo), preocupados, me comenzaron a llamar… Yo no quería contestar el teléfono. Todos estábamos afuera. Nadie quería volver a entrar (a sus casas, por temor a que estas se desplomaran con ellos dentro)… Dormimos en calle dos, tres días.

Además, tras el terremoto y con las réplicas, lo que menos podía provocarle a alguien era ir a comprar ropa deportiva.
Ni siquiera trabajar… No pensaba en nada, ni en que mi hijo tenía que ir al colegio, ni que tenía que tomar mis medicinas… porque yo tomo medicinas a diario.

Detalles importantes, porque no solo fue afectada su empresa, usted tiene un hijo en edad escolar y además sufre una enfermedad degenerativa que la obliga a usar un andador. En esas circunstancias, respecto al resto, ¿no pensó que su caso era peor?
No. Yo me veía igual que todo el mundo. Más bien le daba gracias a Dios porque nos habíamos salvado. En ese momento, lo único que importó era que estábamos vivos. Ese era un punto favorable para una nueva partida.

¿Cuánto tiempo le tomó empezar de nuevo?
Dos o tres meses.

En ese lapso de tiempo, ¿de qué vivieron usted y su hijo?
Tenía stock. Los chicos de la fundación enviaron mi ropa a Lima y, mi mamá, envió una parte a Pucallpa. Tenía bastante ropa, así que la empecé a vender en Pucallpa.

¿Por qué en Pucallpa?
Porque allá tengo dos hermanos. También tengo en Lima, pero allá -en la casa de mi hermana- no había espacio. Mi papá además estaba hospitalizado -por una especie de cáncer-, y mamá estaba con él. Ella no podía estar con nosotros.

En Pucallpa también se encontró con una amiga de la Fundación de la Gente…
Sí, e hicimos un desfile. Ella lo organizó para que yo pueda promocionar mi ropa. Además me mandó a hacer 200 polos para su empresa, y yo tenía que ver cómo hacía, porque no contaba con mis máquinas. En un momento pensé en trasladarlas allá, pero no estaba convencida de quedarme a vivir en Pucallpa.

Sus máquinas seguían en Pisco.
Arrumadas, nadie les había pasado siquiera un trapito. Nadie quería regresar.

¿No temía que se las fuesen a robar?
No… Hasta el primer mes, no pensé en trabajar.

Usted se fue para olvidarse de todo.
Me fui sin nada. No llevé ni ropa.

Necesitaba reaccionar.
Vencer el temor, porque no quería regresar.

La ayuda de su amiga le devolvió el ánimo.
Sí, porque ella me decía: “¡Vamos a hacer esto!”. Pero yo estaba sin ganas, pese a que no soy de las personas que se deprimen o que se caen rápido.

Entonces…
Yo soy de las personas más pausadas, de las que piensan un poco más lento, pero ella prácticamente me forzó (ríe)… Mi hermana también me ayudó, le pasó la voz a sus amigas. Así comencé a vender en uno, otro lado. Comencé a visitar gimnasios…

Imagino que debería parecerles raro que una persona en andador llegue a ofrecerles ropa deportiva.
Sí, es complicado. Aunque la gente ya se acostumbró, y ya se acostumbró porque yo ya me acostumbré a verme así. Para mí, es lo más normal.

Cuando decidió regresar, lo hizo a Ica, no a Pisco. ¿Por qué?
Porque mi mamá estaba acá -a nosotros, las enfermedades nos persiguen: la suegra de mi hermano estaba mal-, estaba cuidando a mis sobrinos. Mi papá ya estaba mejor, también estaba acá; a él lo estaba viendo su hermana.

Entonces, venir a Ica no fue una decisión estratégica.
No, y a Pisco no podíamos regresar porque la casa era un desastre. Hace cuatro meses recién lo hemos arreglado todo.

En Ica se encontró con un mercado más grande.
Claro, llamé a mi clienta de acá y, “ya, bacán, necesito la ropa”. Es que yo trabajo con un material nuevo, uno que aún no estaban empleando las marcas más conocidas de acá. Y comencé a confeccionar. Yo solita. No había nadie más. Tampoco podía buscar nuevos mercados, no había quién lo hiciera. Empecé a tantear: iba con mi lista de modelos, les planteaba darles a consignación -¡a la gente le encanta eso!-, les decía que les iba a armar toda la tienda, que les iba a poner los maniquíes, ¡todo! “Ya, bacán, ¡cuándo me los traes!”. ¿Cuándo me los traes? ¡Si no tenía ropa! Igual, les decía: “En semana y media”.

Hoy incluso exporta a Bolivia. ¿Cómo así?
Siempre he tenido mis contactos. Yo viví muchos años allá (12 años), y tenía una clienta potencial muy fuerte. La llamé. Me preguntó que qué había sido de mí, le conté; me dijo que necesitaba mi ropa ¡urgente! Le mandé. Primero, para ella (para su uso). Ella tiene un gimnasio hermoso, y en sus planes estaba previsto crecer: poner una boutique. Mi siguiente envío fue ya para que ella lo vendiera. Desde entonces trabajamos así.

Hoy, además es profesora en un instituto de educación técnica.
Es que a raíz de que me quedé sin personal, recurrí a la Fundación. Les dije cuál era mi problema. Me plantearon buscar un instituto e identificar a gente para capacitarla. Es que aquí te enseñan a hacer blusas y pantalones, no a trabajar con lycra. “Capacítalos tú, invierte tu tiempo; ese va a ser tu tema de responsabilidad social”, me dijeron.
Fui y hablé con la directora. Les hice un piloto. Di primero una clase de motivación: les conté por lo que había pasado, también qué era lo que necesitaba: gente que aprenda, que se comprometa a trabajar para así crecer juntos. Porque yo no quiero tener algo chiquito… Empezamos, y como el instituto no tiene las máquinas que yo tengo, los traje a mi taller. Vinieron y comenzaron a practicar, porque lo que ellos necesitaban era malograr para aprender. Hicimos el primer piloto con ocho chicos. De ellos, se han quedado dos.

Estaba en un mercado chico -Pisco- y ahora está en uno mayor, incluso está exportando; usted cumplía una labor de empresaria, hoy además ejerce la docencia. Podría decirse que a usted el terremoto le ha hecho bien.
Sí.

La obligó a crecer.
No hay bien que por mal no venga. Me ha ayudado, porque a raíz de que vinimos vi que este es un mercado con mayor poder adquisitivo. Hemos mejorado, he conseguido personal más comprometido, ¡ahora tengo más aspiraciones! Quiero poner una tienda propia, porque este podrá ser un mercado pequeño, no como Lima, pero sí uno en el que puedo ser la reina ¡yo! Esa es mi aspiración… Igual, no dejo Pisco, porque allá ya hice mi clientela, que todo el tiempo me llama, que quiere mi ropa que ahora tiene mejor calidad y, por lo tanto, mayor costo. Ellas la aceptan y eso me gusta. ¡Me gusta porque es mi sitio! Porque si bien ya han llegado otras marcas, ellas me dicen: “No, yo quiero comprarte a ti, porque yo ya sé lo que tú vendes, porque me gusta lo que haces y porque puedo pedirte lo que yo quiero”.

Claro, porque usted se hizo conocida en Pisco por ofrecer ropa que, prácticamente, diseñaban sus clientas.
Yo empecé con esa estrategia porque pensé: ¿Cómo voy a vencerlos (a las otras marcas) si ya están años? Al principio, cuando iba a los gimnasios, me rechazaban. Por eso abrí la tienda, y dije: Yo voy a venderles lo que ellas quieran. Entonces, descosíamos y volvíamos a coser diez veces, les hacíamos mil cosas, perdíamos, pero ellas salían felices. Por ejemplo, me decían: “Acá tengo mucho rollo, súbeme esta parte”. Así ganamos clientela, los gimnasios dejaron de vender ropa, porque nosotros podíamos confeccionar y dar un mejor precio; ellos solo revendían. Así ganamos clientela, ¡y hasta ahora nos siguen!

Y estaba en pleno proceso de crecimiento cuando ocurrió el terremoto.
Sí.

Cuando ello ocurre, muchos tienden a llorar y a estirar la mano. Usted, no.
No. Uno, porque -por mi enfermedad- no tengo lágrimas (ríe); además, no tengo la costumbre de llorar. Dos, después de mi enfermedad, sé que puedo superar cualquier cosa. Nada me deprime, nada me tumba. No hay cosa peor que me pueda pasar. Aunque enfermarme también me benefició.

¿Cómo así?
Me hizo abrir mi negocio. Ahora manejo mi tiempo, veo más a mi hijo…

O sea que usted es una persona a la que los problemas le hacen bien.
Sí (ríe)…

LA FICHA
Nombre: Rosa Luz Muñante Meneses.
Colegio: La primaria en el nacional María del Rosario. La secundaria la inició en el Bandera del Perú y la concluyó en el Jorge Basadre, todos en Pisco.
Estudios: Administradora de la Universidad San Simón con tres posgrados de la Universidad Nur, ambas en Bolivia.
Edad: 36 años.
Cargo: Propietaria y gerente general de Evolution Sport.

Tomado del blog

Ejecutivas del Comercio